Tonta. Caja boba. Dispositivo idiotizante. Una ventana abierta a un mundo cerrado.
De esta manera, bautizaba el público masivo a la televisión cuando, promediando el siglo XX, era una tecnología ampliamente difundida en la mayoría de los países de occidente. Varios siglos antes, en el 300 antes de Cristo, se imprimían los primeros escritos en Grecia, y los filósofos clásicos criticaban la tecnología del libro, porque “cosificaba y desmerecía la pureza del pensamiento”. Claro, era una técnica nueva y despertaba sospechas.
Y algo semejante ocurrió con el cine cuando cerca de fin de año (el 28 de diciembre) de 1895, los hermanos Louis y Auguste Lumiére ofrecieron la primera proyección pública de imágenes en movimiento. Pronto, las voces se alzaron en discordia: ¡Cómo era posible que hombres y mujeres compartieran una habitación a oscuras al mismo tiempo! Algo que claramente rozaba –para la época- una amoral indecencia.
Con todos estos antecedentes, resulta normal que Internet, que cada 17 de mayo celebra día propio, también haya despertado pasiones encontradas y también voces críticas. En el año 1999, el teórico francés de la comunicación Dominique Wolton se apuraba a publicar “Internet, ¿y después?”, texto con título retórico en donde ya se anticipa cierto escepticismo acerca de la red digital como un agente positivo.
Lo cierto es que, 20 años después de esa pregunta, la sociedad se encargó de de contestar muy bien la cuestión: una profunda revolución del sistema global –y del negocio mismo- de las telecomunicaciones; una magnífica ampliación del acceso a la información por parte del usuario; una redefinición del balance entre productores y consumidores de datos; una multiplicación exponencial de las posibilidades para el desarrollo profesional y el emprendedurismo, así como el florecimiento de la creatividad y la colaboración. Estas son una mínima muestra del profundo impacto positivo que ha tenido Internet en nuestra vida cotidiana, si deseáramos responder a Wolton.
Por supuesto, todo lo bueno, trae aparejada su contraparte: ciberbulling, crímenes digitales, grooming. Matanzas transmitidas en vivo. Comercio ilegal de datos. Fake news. Ensombrecen el fenómeno digital y nos generan nuevas preguntas: ¿Internet nos acerca o nos aleja al ideal de la Sociedad de la Información? La Internet Society (ISOC), definió el 17 de mayo como día de Internet, para dar un marco a todas las acciones globales que trabajan para concretar el sueño de que “la red de redes” sea un recurso mundial verdaderamente accesible y cerrar las brechas económicas y digitales de los pueblos.
Mientras tanto, una nueva revolución digital se está gestando silenciosamente, encaminada mediante las nuevas tecnologías de Inteligencia Artificial que desafiarán –en breve- nociones fundamentales de nuestra vida y cambiarán profundamente las sociedades otra vez.
Frente a las incertidumbres del nuevo siglo, propongo al lector otras preguntas finales: ¿la tecnología no se trató siempre de herramientas? ¿No es cierto –aún hoy- que una herramienta puede servir para el bien, y al mismo tiempo para el mal; y que no es ni buena ni mala en sí misma? Si las respuestas a estas cuestiones son positivas, dependería de nosotros entonces que demos a Internet un uso para la colaboración, o transformarla en un agente alienante y deshumanizador. Mientras tanto, mientras festejo su día, prefiero pensar que en lo que se refiere a Internet, lo mejor está por venir.